Ud. preguntará por qué paramos

En primer lugar, porque siempre está bueno no ir a trabajar. Sin importar demasiado el motivo, la oportunidad de huir un día entero de una actividad de la cual no controlamos las condiciones en que se desarrolla es imperdible. Sobre todo cuando estas condiciones vienen empeorando día a día. Los episodios de violencia en las escuelas o el salario licuado por la inflación pueden ser motivos para explicar  la lluvia de «adhiero» que va llegando a los grupos de wasap, Nadie sabe bien los motivos de este paro, muy pocos conocen qué pasó en Chubut pero todxs lo vamos a aprovechar.

Las declaraciones de la Ctera, las proclamas y los panfletos sindicales marcan que es día de lucha. Paro y movilización! Quienes escribimos estas líneas sabemos que en estas circunstancias no está puesta en entredicho ni la explotación y ni siquiera las condiciones en que esta se desarrolla. Quienes además conocemos un poco lo sucedido en Chubut sabemos que el aparato judicial apunta a disciplinar un movimiento legítimo de lucha y a tal fin eligieron castigar a un dirigente sindical que no supo contener la pueblada. Se trata una vez más de dejar en claro quienes son los que mandan.

 Vayamos un poco para atrás, año 2019. las comunidades de chubut estallan en las calles porque los motivos sobran. Los docentes son parte de esa movida y en esta ocasión desobedecen a sus representantes sindicales. Santiago Goodman (en ese momento secretario general de Atech, hoy delegado) y su burocracia estaban acorraladxs. Se les había forzado a un congreso provincial de delegadxs que se llenó de gente. Se organiza el bloqueo a la planta de Aluar en Madryn y un acampe afuera de legislatura, movidas a las que los dirigentes sindicales no aportaron ni un aerosol.  No querían más lola, las elecciones habían pasado y se venían las fiestas de fin de año… En medio de todo eso, se produce la terrible muerte de las dos compañeras que volvían a Comodoro Rivadavia, Jorgelina y María Cristina.

Hace unos días, la justicia declara a Goodman coautor del incendio en la legislatura. Lo que implicaría una pena-no excarcelable- de entre 3 y 10 años de prisión. Este asunto se ventila en un momento complicado en muchas escuelas. Como señalamos antes, se vienen desarrollando algunos episodios de violencia generalmente entre estudiantes que son cada vez más frecuentes. En la Zona Norte las autoridades tomaron nota del asunto y llamaron a jornadas con suspensión de clases para tratar el tema de la convivencia. Nos tocó participar en algunas de ellas. Un panorama generalizado de docentes asustadxs, directorxs desbordadxs e inspectorxs inútiles convivió con algunos pensamientos y prácticas autónomas.

En muchos casos, las jornadas devinieron en asambleas donde al mismo tiempo se buscaba la contención y se cocinaban algunas líneas de acción. De Inspección se repetía como un mantra la consigna de la inclusión a cualquier costo, las voces de quienes habitan las aulas recordaban que incluir a un chico que acuchilló a otro (tal como sucedió) dejaba excluida a la comunidad que al otro día decidió no enviar a lxs estudiantes a la escuela. En esa escuela que es escenario de un interminable guerra entre bandas se pensó junto a estudiantes la posibilidad de rearmar el centro de estudiantes como forma de inscribirse en una pertenencia ajena a la lógica competitiva de las bandas. 

En otra escuela más chica donde los problemas de convivencia eran menores y estaban vinculados a la “fuga” de algunos estudiantes se pensó el acontecimiento y se barajaron alternativas. En principio se propuso poner un candado a la puerta pero luego esto fue desechado  al igual que la posibilidad de que la directora aplicase sanciones. Se propuso autoconvocarse en asamblea cada vez que ocurriese un hecho de gravedad que afectase la convivencia. La idea consensuada fue resumida por un participante que muy suelto de cuerpo  afirmó, “no había que delegar en un candado o en la directora la solución para nuestros problemas. Se trataba de crecer, de dejar de tener padres”. En este día de paro diríamos que se trata de interrumpir la inercia, dejar de delegar en otrxs y asumir que la escuela es de quienes la habitamos.

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